Al igual que algunos cantes se interpretaban para hacer más llevaderas las largas horas de faena en el campo, paralelamente surgen en las poblaciones, tales como las aldeas y los pueblos, los cantes que acompañan las labores de los artesanos.
Podemos destacar, entre otros: la toná, el martinete, la carcelera (debla), o la saeta.
Estos cantes surgen entre la población gitana, aunque como el resto de modalidades, también pueden ser interpretadas por los payos en muchas ocasiones.
La dureza del trabajo, la injusticia de la persecución que el pueblo gitano ha tenido desde sus inicios, y el dolor de las pérdidas de las familias que eran separadas a la fuerza, junto a los duros encarcelamientos, el prendimiento y muerte de Cristo, son los principales motivos que expresan sus letras.
Muchos de estos estilos, han sido la base de grandes composiciones poético-literarias.
La Toná chica: Mientras realizan cestos de mimbre y elevan sus penas por el destino oscuro que les espera, los gitanos cantan tonos, sentados junto al rio, en la orilla o en las piedras y tensan las varas de mimbre en las tardes calurosas.
La Toná (en castellano: Tonada), proviene del latín tonus, que significa «acento»
Musicalmente es uno de los cantes más ricos, e incluso un gran número de ellas han sido bautizadas con el nombre de su autor antes de dar origen a otros estilos.
Al tratarse de uno de los cantes más primitivos, no lleva acompañamiento musical.